Zama Presenta

domingo, agosto 13, 2006

El día que Zama regresó al colegio

Bueno, supongo que algún día tendría que pasar.

El caso es que catorce años después de hacer el examen de admisión que eventualmente me llevó a pasar la mitad de mi vida en el Instituto Tecnológico terminé de nuevo en mi antigua secundaria realizando otro examen de ingreso, esta vez para la Universidad Nacional.

Al margen del hecho de querer darle un giro de 180 grados a mi papel en la sociedad actual, me vi asaltado por toda clase de recuerdos potenciados quizás por la repentina aparición de cientos de pubertos que asistían a lo que sin duda era uno de los grandes hitos de su corta vida.

Recordé entonces (“como si hubiese sido ayer”) cuando solía pasearme por aquellos pasillos en medio de una manada nada cambiante de amigos durante los recreos y los tiempos muertos otorgados por los profesores que semanalmente parecían turnarse sacando incapacidades médicas, las mejengas improvisadas dentro de cualquier aula que al menos en una ocasión casi me cuestan una amonestación, hasta de la guerra de piedras (¿?) que tuve en sétimo y que tanto revuelo causó (Yo fui el único de mi clase que se salvó del reporte, gracias a mis conocimientos tempranos del arte de Maquiavelo).

Recuerdo cuando Fulana rodó por aquellas gradas, cuando Mengano se tiró de un bus en movimiento para probar su hombría con vergonzosas consecuencias, también cuando yo rodé por esas otras gradas y mi turno de besar el pavimento cuando salté detrás de Mengano para probar que yo también era… bueno, un tonto.

De cómo me gustaban las clases de Sociales y de Educación Física (o acaso debería decir clases perpetuas de Fútbol Sala!), las competencias en matemáticas y la clase de Ciencias Físicas… no, esperen un momento, era la profesora de física la que me gustaba!!

Recapitulo ahora aquellos días: 3 años de francés con excelentes notas y lo único que puedo decir en la actualidad es Olympique de Marsella, el odio mortal que me generó la gramática, aún hoy en día cumplo la promesa que hice el último día de clases de escribir a mano siempre en mayúsculas y sin tildar nada (incluso durante el examen de admisión una de las preguntas era identificar un complemento nosequéenelnosedonde, tan sólo me limité a una risilla de que me importa y a invocar un tinmaríndedopingüe). Un año de filosofía donde aprendí que negar dos veces es una afirmación y tres de artes industriales y artes plásticas donde supe que jamás podría valerme por mi mismo con el simple trabajo de mis manos.

Hice dos docenas de excelentes amigos que no he visto nunca más desde entonces, aprendí algo sobre la mitosis celular (sólo que ya se me olvidó) y terminé haciendo el examen de admisión para el TEC que finalmente me llevaría a donde estoy ahora. Y que me pasé todo el quinto año viendo por la ventana.

“Venid sancarleños, venid a estudiar, que a vuestro Liceo muy pronto amarás”

Y sí, también me acuerdo de A.C. y de lo mucho que me gustaba ella, es sólo que no quería hablar de eso. A veces, sólo a veces, me pregunto que hubiese pasado si entonces…