Zama Presenta

martes, agosto 29, 2006

Zama presenta: La Migración.

Qué qué? Un relato corto cada mes ? Yo creo que si puedo...

La Migración.

Zama despertó muy lentamente, boca abajo como siempre y con media cara enterrada en la almohada. Tan sólo la tapa de los sesos, el borde de los ojos y las manos extendidas hacia arriba sobresalían de la gruesa y caliente cobija, dentro de la cual todo era confort. Sentía como si hubiese dormido por tres días, pero no, solamente habían sido veintiocho horas. Sabía esto porque alcanzaba a distinguir la hora en su viejo reloj digital de pulsera , ahora convertido en una suerte de reloj-despertador permanentemente situado en la estratégica esquina cerca de la cabecera del colchón tirado desde siempre sobre el suelo..

“Once años con la misma batería” pensó Zama con modorra “ya no los hacen como antes”. Dió la media vuelta con cuidado, pero el gato ya no estaba ahí. Siguiendo un impulso rutinario puso la hora correcta en su titular de pulsera análogo, propenso a detenerse si pasaban mas de unas horas en total quietud, pero que era más bonito que el siempre fiel despertador. Se levantó bostezando y peregrinó hasta el coffee maker. Vacío.

Tomó una cercana jarra todavía sucia de rastros de innumerables raciones de café, y usándola como medida de agua rellenó el tanque del útil electrodoméstico, eso sí, sin molestarse de cambiar el contenido del mismo. Mientras el reciclado café quedaba listo, se dirigió a la cabina de control y encendió los monitores.

En el centro de la cercana pared, enmarcado y muy visible, yacía un rótulo con la leyenda “Mientras haya internet, todo estará bien”.

A la izquierda, algo lejos, un enorme planeta se dibujaba por casi toda la superficie de plexiglás del ventanal frontal de la pequeña estación espacial. “Debe ser Venus” dedujo Zama mientras ignoraba olímpicamente todos los estados de reporte de sistema. “Vamos a lo importante, ¿Dónde están mis MP3?”. Y mientras se cargaban las pantallas con la información de marras regresó por una jarra del diluido café y algo de pan calentado al microondas.

Cuando reemprendió el trabajo no pudo evitar notar lo similar que se veían las líneas de progreso comparadas con la última vez que las vio. Por no decir exactamente iguales. “Pero que... ¡Si esta vara no ha bajado nada de nada!” dijo Zama al despertar completamente y comprender la gravedad de la situación. Rápidamente tecleó comandos, revisó ventanas y ejecutó algunos programas: Pues sí, no había internet, ni ahora ni en las últimas veinticuatro horas.

“Satanás” maldijo Zama “es que ya no puede uno ni bajar música tranquilo” pensó con genuina indignación. Pero la red se negaba a trabajar. “Y ahora que lo pienso eso significa que no hay correos electrónicos, ni nada”.

Luego de media hora, pudo identificar el origen de toda esa desgracia: el protocolo se negaba a identificar el puerto de telecomunicaciones láser como una fuente oficial de transporte de datos.

“Tranquilo Zama, después de todo yo fui varios años a la universidad” se dijo a sí mismo mientras repetía una y otra vez el procedimiento habitual en esos casos. Pero todo en vano.

Finalmente se puso a buscar un manual pretérito en algunas cajas llenas de libros, lo encontró luego de quince minutos y comenzó a seguir diversas instrucciones, hasta que se agotaron todas sin ningún resultado positivo.

Para entonces los ánimos de Zama estaban muy alterados.

“Por los fustanes de Galadriel, voy a tener que reinstalar esta cochinada” se convenció con poco disimulada furia.

Puteando su suerte durante cada minuto de las tres horas que tardo el proceso de reinstalación, la verdad es que no le sorprendió para nada que igual el problema se presentase inmaculado y repotenciado al final de este.

Y no fue sino hasta dos horas de renovados y vanos intentos después que finalmente se dio por vencido de arreglar esa mierda por sí mismo.

Fue hasta el rincón del teléfono espacial (el de emergencia, el que no usa la antena láser), y marco el número del Call Center (el de Marte, que es el más barato). Le respondió una vocecilla femenina (aunque en estos tiempos no se sabe).

- Aló, buenas, tengo un problema a la hora de reconocer mi antena láser, sí, sí, 009985 6248585 477546 46544-456521-0000 00000 002365245414. Sí, a nombre de Zama Enterprises of the Universe. La antena, señorita, la antena. Naturalmente que está encendida. Si , ya seguí las instrucciones del manual. Escuche, escuche, acabo de reinstalar todo el sistema operativo y traté de que reconociera la puta antena siguiendo paso a paso el mugroso manual..., si, si bueno perdón, claro que estoy alterado, como no voy a estar enojado si pagé 70000 dólares por la cochinada de Windows 2040 y no sirve... señorita, usted cree que nací ayer? Tiene el Service Pack 16, la semana pasada lo bajé... No, no, lo que quiero es saber como me conecto a la internet, ¿Pero como quiere que mande el reporte si le estoy diciendo que no me puedo conectar con nada? ¿Es usted bruta o qué? Me da igual, siempre y cuando no sea un ignorante como usted... Si, ehh, si señor, lo que pasa es que la muchacha esa es media bruta y entonces, no señor, oiga ¡Esto es serio! Sí sí, lo siento, lo siento, me disculpo, SIENTO MUCHO HABER PERDIDO MI TIEMPO LLAMANDO A UNOS TARADOS COMO USTEDES!!!-

Zama colgó el teléfono aún más enojado, pero completamente decidido: “Que me parta un meteoro el día que vuelva a usar esta basura. Ahora mismo migro a Linux”.

Y casi se le parten los dedos formateando la cochinada de disco duro de fase magnética. Claro, inmediatamente las luces principales se apagaron y la gravedad artificial se diluyó por completo. Toneladas de basura comenzaron a flotar ingrávidas mientras el gato pataleaba en el aire tratando de alcanzar alguna parte. Tras unos instantes de apreciación cósmica a las circunstancias, Zama se hizo la pregunta más frecuente del mundo civilizado: ¿Red Hat , Mandrake o Slackware?

Slackware, como los profesionales.

Uno por uno comenzó a introducir los 18 DVD’s en estricto orden y lo primero que hizo fue poner Fondos de Pantalla a cada uno de los 32 escritorios.

Luego comenzó a configurar los periféricos, y claro está, la red. Pero se dió cuenta que necesitaría algo de ayuda. El gato seguía pataleando a corta distancia y con un rápido movimiento lo agarró por la cola y lo atrajo hacia sí.

“Escucha bien, Borregueto, necesito que empalmes los transductores en los conductos de fase. Ya sabes, los amarillos, no los rojos, los amarillos, a-ma-ri-llos” le comunicaba telepáticamente a su fiel mascota “los que están a la derecha del panel”. De seguido preparó al felino para lanzarlo a través de la habitación, pero rápidamente lo volvió a atraer, agarrándole una pata en particular “Esta es tu derecha, Borregueto, no lo olvides” y entonces lo lanzó, ahora sí, mientras le seguía deletreando “A-ma-ri-llo”.

Continuó en el control central poniendo números como loco. Al cabo de cinco minutos notó que seguía desconectado. Y al mirar los conductores de fase pudo notar que el gato se estaba lamiendo el culo, y que los empalmes aún estaban desconectados.

“Jueputa gato” se dijo, algo más tranquilo.

El caso es que una vez conectados los noseque en los nosedonde, fue sólo cuestión de instantes para que la pantalla diera algún dato útil: La inminente destrucción de la estación espacial atraida por la cercana gravedad de Venus. Incrédulo, Zama se dirigió a una ventana lateral para ver mejor lo que ocurría: La atmósfera planetaria bullía en tormentas de ácido sulfúrico justo delante de sus narices.

El gato, que se las había arreglado para aproximarse también a la ventana, puso las patas delanteras en el vidrio de la misma mientras su cabeza se aproximaba a la de su dueño para murmurarle claramente al oído con ese acento que sólo los gatos suelen tener:

- Ahora sí que la cagamos -.

La nave entró en órbita de colisión planetaria en el mismo instante que Zama regresaba al asiento principal de la terminal y miraba asombrado como los MP3 truncados reasumían el download y un chorro de perritos con sobres de correo en la boca aparecían por una esquina de la pantalla gritando : Guauf!! Tienes e-mail...!

- ¿Qué va a estar sabiendo un gato de astronomía? – dijo Zama en voz alta, muy contento. Y dirigiéndose a la computadora: - Ahora sí, ¿Quién es tu padre? ¿Eh? -.

Calculando que aún tendría unos minutos, y mucho más tranquilo, Zama tecleó la dirección de un conocido foro de gente con problemas inminentes de colisiones planetarias...

martes, agosto 22, 2006

Zama el tecnólogo, Zama el humanista

No es que todos estos años en el TEC sean una pérdida total.

De hecho, se puede afirmar con certeza incontrovertible que si la escuela me enseñó a leer y el colegio a sumar, el Tec me definió como persona y me enseñó a pensar. Puedo decir que soy una persona muy diferente a la que llegó a Cartago hace casi una década y media.

El hecho que Electrónica no fuese lo que yo esperaba, eso le pasa a cualquiera. Lo importante es que cuando ingresé al LAIMI en 1997 sin saber distinguir un disipador de calor de un disco duro marcó una verdadera revolución en mi vida. Pasé entonces a ser un arreglacompus, y recién en estos días que se celebra el 15 aniversario de la web comprendo que yo he asistido a su crecimiento desde hace ya 12 años.

Aparte de mi autonombrado papel de pionero ( recuerdo cuando aparecieron los primeros mp3!!!) supongo que en algún momento de mi existencia llegué a pensar que pasaría el resto de mi vida entre desatornilladores y discos compactos. Si así fue, ya no me acuerdo, pero eso no significa que la transición sea sencilla.

Tengo presente que mi creciente afición por la historia comenzó en mi infancia, pero no fue sino hasta avanzados mis veintes que pude discernir que el pasatiempo era más bien una pasión. Miro mi biblioteca llena de libros sobre la Segunda Guerra Mundial y de biografías y me pregunto dónde están los libros de cálculo y de física que estoy seguro que compré hace una década larga. Compruebo con cierta indiferencia cómo las pilas se derramaron en mi costosa HP48G tras meses… años de ni siquiera encenderla.

Aquellas ideas que antes dejaba de lado diciéndome para mis adentros que las llevaría a cabo luego, cuando cumpliese treinta, bueno, ya tengo treinta.

Así las cosas, en realidad no tengo dudas de cual será mi norte. Pero eso no hace que todo sea más fácil.

Se trata de abandonar aquello que me brinda una cierta seguridad por la incertidumbre de lo desconocido. Algo así como ir en un automóvil y ver a lo lejos un muro infranqueable, y no frenar en lo absoluto mientras la pared se acerca cada vez más…

Los planes están hechos como a mi me gustan, a grosso modo. El otro año me voy para Heredia, le digo a todo el mundo. Lo hago precisamente para quemar las naves, para que no haya marcha atrás. Cursi como suena, eso de que el universo conspira para hacer realidad los sueños de cada quien me cae como anillo al dedo.

Todo parece indicar que para financiar el cambio de vida deberé seguir siendo un tecnólogo por algún tiempo más. No importa. Pero imagino una vida donde una conversación cualquiera no gire alrededor de los milagros del IP ni de los buenos deseos para que AMD aplaste finalmente a Intel (aunque todos sabemos que los Core Duo le están dando una paliza a los Opterones de 64 bits).

Si no fuese por el If de Kipling, a lo mejor y sentiría algo de angustia en la punta del dedo meñique de la mano izquierda por lo incierto que puede resultar el futuro…

domingo, agosto 13, 2006

El día que Zama regresó al colegio

Bueno, supongo que algún día tendría que pasar.

El caso es que catorce años después de hacer el examen de admisión que eventualmente me llevó a pasar la mitad de mi vida en el Instituto Tecnológico terminé de nuevo en mi antigua secundaria realizando otro examen de ingreso, esta vez para la Universidad Nacional.

Al margen del hecho de querer darle un giro de 180 grados a mi papel en la sociedad actual, me vi asaltado por toda clase de recuerdos potenciados quizás por la repentina aparición de cientos de pubertos que asistían a lo que sin duda era uno de los grandes hitos de su corta vida.

Recordé entonces (“como si hubiese sido ayer”) cuando solía pasearme por aquellos pasillos en medio de una manada nada cambiante de amigos durante los recreos y los tiempos muertos otorgados por los profesores que semanalmente parecían turnarse sacando incapacidades médicas, las mejengas improvisadas dentro de cualquier aula que al menos en una ocasión casi me cuestan una amonestación, hasta de la guerra de piedras (¿?) que tuve en sétimo y que tanto revuelo causó (Yo fui el único de mi clase que se salvó del reporte, gracias a mis conocimientos tempranos del arte de Maquiavelo).

Recuerdo cuando Fulana rodó por aquellas gradas, cuando Mengano se tiró de un bus en movimiento para probar su hombría con vergonzosas consecuencias, también cuando yo rodé por esas otras gradas y mi turno de besar el pavimento cuando salté detrás de Mengano para probar que yo también era… bueno, un tonto.

De cómo me gustaban las clases de Sociales y de Educación Física (o acaso debería decir clases perpetuas de Fútbol Sala!), las competencias en matemáticas y la clase de Ciencias Físicas… no, esperen un momento, era la profesora de física la que me gustaba!!

Recapitulo ahora aquellos días: 3 años de francés con excelentes notas y lo único que puedo decir en la actualidad es Olympique de Marsella, el odio mortal que me generó la gramática, aún hoy en día cumplo la promesa que hice el último día de clases de escribir a mano siempre en mayúsculas y sin tildar nada (incluso durante el examen de admisión una de las preguntas era identificar un complemento nosequéenelnosedonde, tan sólo me limité a una risilla de que me importa y a invocar un tinmaríndedopingüe). Un año de filosofía donde aprendí que negar dos veces es una afirmación y tres de artes industriales y artes plásticas donde supe que jamás podría valerme por mi mismo con el simple trabajo de mis manos.

Hice dos docenas de excelentes amigos que no he visto nunca más desde entonces, aprendí algo sobre la mitosis celular (sólo que ya se me olvidó) y terminé haciendo el examen de admisión para el TEC que finalmente me llevaría a donde estoy ahora. Y que me pasé todo el quinto año viendo por la ventana.

“Venid sancarleños, venid a estudiar, que a vuestro Liceo muy pronto amarás”

Y sí, también me acuerdo de A.C. y de lo mucho que me gustaba ella, es sólo que no quería hablar de eso. A veces, sólo a veces, me pregunto que hubiese pasado si entonces…